Tecnología al servicio de las minorías
Durante las décadas de 1980 y 1990, los avances tecnológicos marcaron un punto de cambio global. El paso obligatorio de la telefonía análoga a la digital impulsó a los países a modernizarse, ya que no hacerlo implicaba quedar rezagados en comunicación, comercio, turismo y relaciones internacionales. Esta transformación no solo benefició a quienes ya tenían acceso, sino también a sectores antes excluidos, al facilitar servicios más accesibles y competitivos.
Este impacto se reflejó en otros sectores. El crecimiento en la demanda del transporte, especialmente aéreo, demuestra cómo la tecnología hizo posible que personas comunes accedieron a experiencias antes reservadas para unos pocos. Un ejemplo cercano es el de los electrodomésticos: en 1950, tener un televisor en El Salvador era un lujo, mientras que hoy está presente en muchos hogares.
La medicina también se transformó. Lo que antes eran cirugías invasivas, ahora se realiza con tecnologías como el rayo láser, que dejan mínimas huellas y a costos mucho más bajos. Así, la tecnología ha mejorado no solo el acceso a la salud, sino también la calidad de vida.
No obstante, esta revolución no es pareja. Las grandes empresas desarrollan tecnología pensando en quienes pueden pagar más, dejando fuera a gran parte del mundo. Los países con menos recursos no reciben apoyo para investigar o desarrollar sus propias soluciones. Además, errores tecnologicos graves como los casos de Bhopal, Chernobyl y la Talidomida nos muestran los peligros de un desarrollo sin ética ni equidad.
La brecha digital: el otro lado del progreso
Aunque la tecnología ha mejorado muchos aspectos de la vida —como las comunicaciones, el transporte, la medicina y el acceso a electrodomésticos—, también ha creado una gran división: la brecha digital.
Consecuencias reales de la brecha digital
La brecha digital no solo impide usar una computadora o conectarse a internet. También limita el desarrollo de las personas y las comunidades. Por ejemplo, en tiempos de emergencia, como durante una pandemia o un desastre natural, muchas familias no reciben información vital porque no tienen conexión. Esto puede poner en riesgo su salud o su seguridad.
Además, las oportunidades de empleo están cada vez más ligadas al uso de tecnología. Hoy, muchas empresas exigen saber usar correo electrónico, plataformas virtuales o sistemas digitales. Quien no tiene esas habilidades queda fuera del mercado laboral, aunque tenga talento o experiencia.
En las escuelas, los estudiantes sin acceso a internet o sin dispositivos como tabletas o laptops, no pueden aprender al mismo ritmo que otros, lo que crea desventajas desde una edad temprana. Esta situación se agrava en zonas rurales, donde las señales de internet son débiles o no existen.
Incluso en temas de ciudadanía, la brecha digital afecta: muchos servicios públicos, como sacar documentos o hacer denuncias, se hacen en línea. Quien no sabe cómo usarlos queda excluido del sistema, aunque tenga derechos como cualquier otro ciudadano.
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